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Lunes 4 de enero de 2016

EL IMPACTO DE LAS DESIGNACIONES Y LAS PRIMERAS MEDIDAS DE MACRI EN EL GOBIERNO

Al rojo vivo

Por Adriana Clemente *

En sus primeros días de gobierno, el ingeniero Mauricio Macri cumplió con la mayoría de sus promesas de campaña con excepción de la mentada “Pobreza 0” que pasó a ser en palabras del nuevo presidente de una “meta” a un “horizonte”. La devaluación de más del 40 por ciento significa un brutal retroceso en los niveles de distribución de la riqueza que incrementó de manera sostenida el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Es posible que para muchos votantes desprevenidos, recién a la luz de las primeras medidas de gobierno se empiece a mensurar el significado y nefastas consecuencias del eslogan “cambiemos”.

La historia de Lucas, un niño de la calle que ocupó la tapa de Clarín el día siguiente que se anuncio la devaluación es una muestra del lugar que ocupa la pobreza en la agenda del PRO. En reportajes por TV, el niño debió relatar cómo es vivir en la calle con su madre y hermanos. El interés de los periodistas no fue cómo puede ocurrir algo así en la ciudad más rica del país, sino cómo Lucas con su esfuerzo había logrado terminar la primaria en esas condiciones. Es la vuelta a la idea del pobre merecedor (dócil y esforzado), como antesala para justificar que la ayuda social debe ser selectiva y temporal e insuficiente. Se trata de borrar la idea de sujeto de derechos con la que se sustentaron las políticas sociales en los últimos 12 años.

Nos preguntamos por las familias que hasta octubre, desde el punto de vista estadístico y por la debilidad de sus ingresos, estaban apenas por arriba de la línea de pobreza y hoy, por efecto de la devaluación, ya forman parte del universo de indigencia del que solo se sale con políticas activas de largo plazo y ayuda del Estado. Hasta fines de octubre la indigencia (hogares que no llegan a una canasta básica) según los índices más confiables se estimaba entre un 5 y un 7 por ciento de hogares. Hoy esa estimación es obsoleta. La anunciada compensación de 400 pesos para beneficiarios de la AUH y jubilados no es una respuesta acorde a los daños producidos en su capacidad de consumo y su proyección en el corto plazo. Las medidas tomadas por el nuevo gobierno hieren de muerte el proceso de movilidad ascendente que viene experimentando la sociedad argentina de 2003 a 2015 y deja sin expectativa (sin futuro) a los jóvenes de los sectores populares que, por la situación de sus hogares, requieren para salir de las fronteras de la pobreza un ciclo mucho más extendido de apoyo y políticas económicas activas como las que acaba de clausurar el gobierno.

En materia de política social la diferencia entre las políticas del PRO y del FpV es sustantiva. El FpV llevó adelante políticas que según la mejor tradición justicialista buscaron extender beneficios del mundo del trabajo asalariado a otros sectores no comprendidos en él. Se extendieron derechos y beneficios bajo la premisa de elevar el piso de bienestar para el conjunto de la sociedad. Entre 2003 y 2015 se utilizaron muchos y diversos instrumentos de política social y económica que combinaron la educación, el trabajo y la promoción social, siempre en lógica de acumulación y lucha contra la desprotección que por su naturaleza genera el mercado. Para mejorar los indicadores sociales de toda la sociedad se fomentaron el pleno empleo, la calidad de los puestos de trabajo, se extendió el sistema previsional (seguridad social) y el acceso a la educación y la salud a todos los miembros del hogar. La Asignación Universal por Hijo (AUH) funcionó exitosamente dentro de un sistema de políticas económicas y sociales más amplio y complejo.

Es posible que el gobierno de Mauricio Macri no toque este beneficio, pero en un contexto recesivo como el que está generando con sus medidas, la AUH pierde su potencialidad como vector de movilidad social ascendente.

A diferencia del justicialismo y su apuesta al Estado como promotor del bienestar, el PRO cree que todo debe recaer en el mercado. El modelo de satisfactores del PRO funciona en un contexto de políticas activas a nivel nacional, en una ciudad rica por su condición de capital y con una pobreza localizada en algunas comunas y dentro de ellas en villas, asentamientos y grandes complejos habitacionales. No es por incapacidad que se pintan edificios, al tiempo que no se refuerzan balcones. Es una concepción superficial del bienestar. Las villas en la ciudad crecen, mientras la ciudad se vacía.

¿Cómo puede funcionar este modelo en las áreas metropolitanas donde, a diferencia de la CABA, tenemos una mayor proporción de población en situación de precariedad habitacional cuyos ingresos hoy están devaluados y su seguridad alimentaria nuevamente comprometida? Por el momento todos los pronósticos son malos.

El gobierno de CFK dejó un país desendeudado, con pleno empleo, con la mayor proporción de clase media y mejor distribución de la riqueza de América Latina. Aunque se quieran invisibilizar, todos esos resultados tienen reconocimiento internacional y son producto de decisiones de gobierno, no del mercado. Sin embargo, a la luz del resultado de las últimas elecciones, el éxito en materia económica y social no tuvo el correlato político que esperábamos. La derecha conservadora ganó con votos de todos los sectores sociales y hay que reconocer que todas las explicaciones a semejante fenómeno aun son erráticas. Mientras desde lo académico trabajamos en poder elaborar respuestas que expliquen, los más pobres ya entendieron: hoy los comedores comunitarios tienen más comensales.

* Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), directora del CEC.